Birmania (oficialmente República de la Unión de Myanmar), nunca estuvo en mi lista de viajes preferentes, de hecho, he de reconocer que para mí era una auténtica desconocida. Tengo dos vecinos que han viajado durante toda su vida y ya se conocen más de medio mundo. Un buen día tomando un café, comenzamos a hablar de viajes y les comenté que quería conocer Asia, me atraía Bali. Tras un largo rato de charla, decidimos que el próximo viaje lo haríamos juntos, fue una conversación acontecida en el mes de Noviembre.
Ellos comenzaron a investigar por Internet y se toparon con información acerca de Myanmar, la antigua Birmania, así que me plantean conocerla. En Enero ya estábamos manos a la obra organizando el viaje. A principios de Febrero, nos reunimos y me cuentan cosas que hace me plantee si ir realmente. Nunca había viajado a un país donde tuviera que vacunarme de diferentes enfermedades y protegerme contra la malaria, puesto que para esta enfermedad no existían vacunas, tan solo unas pastillas con una larga lista de efectos secundarios. ¿Viajar para que ello supusiera enfermar? ¿Íbamos a estar veinticuatro días de viaje sin poder bajar la guardia? (enlazamos Birmania con Bangkok) ¿El hecho de que no hubiera infraestructuras podía suponernos algún problema? Qué hago…¿me lanzo a la aventura o doy marcha atrás?.
Estas son algunas de las preguntas que me hice una tarde en casa, y tras analizarlo bien pensé: soy una persona joven, lanzada, a la que pocas cosas le asustan y me encanta vivir experiencias. El tren pasa solo una vez en la vida, yo suelo subirme y no dejarlo pasar. Tal y como dice el nombre de este blog “el viaje comienza ahora”, mi viaje, esta aventura y esta oportunidad comenzaban, así que no le di más vueltas. Birmania me esperaba y quería descubrirla.
Volamos con la mejor aerolínea que he probado hasta ahora, “Emirates”. Aviones espaciosos, con televisión para cada pasajero, música, servicio de comidas y bebidas durante todo el vuelo, manta y almohada a tu disposición. En el baño podías encontrar jabón, colonia, crema hidratante y toallitas frescas… inmejorable, y eso que volé en clase turista, no quiero ni pensar cómo sería viajar en primera clase. El uniforme de las azafatas me pareció original, elegante y muy apropiado y la atención fue magnífica.
El recorrido: Madrid-Dubai-Bangkok. Llegamos a Bangkok pasadas unas 27 horas. Una vez en Bangkok, hicimos noche y a la mañana siguiente cogimos un vuelo de la compañía Air Asia que nos llevaría a la antigua capital de Birmania, Rangún.
Nada mas llegas, lo primero que percibes es la humedad, un porcentaje muy elevado de humedad hace que empieces a sudar y casi cueste respirar, pero te adaptas. Lo curioso era ver a asiáticas con medias, fulares y la piel completamente seca.
Tras haber leído mucho, decidimos tomar solamente agua embotellada, incluso para lavarnos los dientes y no comer verduras crudas o fruta sin piel. El agua de esta zona podía provocarnos unas fuertes diarreas o quién sabe, nuestra flora intestinal no estaba preparada para ello.
La oferta de alojamientos era bastante reducida y observamos que los precios no correspondían a lo que habíamos estado viendo por Internet desde España, eran más elevados. Llevábamos el dinero justo para pasar allí 15 días, no podíamos disponer de más, puesto que no había cajeros.
Cada mañana, antes de salir del hotel, nos vestíamos con ropa de color claro, una buenas botas que nos aislaban del suelo, nos rociábamos con repelente antimosquitos que nos volvíamos a aplicar una y otra vez durante todo el día y cogíamos una chaqueta. Todo esto para protegernos del mosquito de la malaria. Cuando mas había que protegerse era al amanecer y a la hora de la puesta de sol.
Bebíamos mucha cantidad de agua y alguna que otra coca cola siempre con pajita. Como curiosidad os cuento que no tenía que preocuparme por buscar un baño, normalmente no hacíamos pis, puesto que expulsábamos todo el líquido con el sudor.
De las primeras cosas que te llama la atención en este país es la cara de felicidad de sus habitantes. Es increíble como sin tener de nada, pueden mostrar esa sonrisa en su cara. Resulta un tanto curioso cómo te miran y te quieren tocar, las facciones occidentales les llama la atención e incluso te llaman guap@ sin cesar. Les encanta que les hagas fotos e incluso a sus hijos pequeños, cuando se la enseñas en la cámara se ponen contentísimos. Lo más gratificante que me traje de este país es sin lugar a dudas su gente: son felices, caritativos, alegres y educados. Al despertarse cada mañana, solo se preocupan por subsistir, no ves a nadie desnutrido, poseen grandes plantaciones de arroz y una deliciosa fruta. Nunca antes había tomado un mango tan rico.
Hubo una cuestión que nos puso un tanto nerviosos durante la estancia. Llevábamos el dinero en dólares, estos no podían ser anteriores al año 2006 y tenían que estar en perfectas condiciones. Allí nos comentaron que nuestros billetes eran viejos y no los aceptaban para el pago del alojamiento. Si no nos aceptaban esos dólares, ¿qué haríamos?, no teníamos más dinero y para nosotros, los billetes eran nuevos. Si tenían una simple arruga de guardarlo en la cartera, una pequeña rayita de bolígrafo o una esquinita un poco doblada, era como si les fuéramos a pagar con estampitas. No podíamos creer lo que estábamos escuchando. Por consiguiente, esos dólares tampoco los cambiaban a la moneda del país, kyat, (se pronuncia «chat») precisamente por estar “viejos”.
Más información sobre Myanmar/Birmania:
Mandalay, la primera toma de contacto con Birmania
Maria eres una valiente. no temes a nada, me ha encantado leerte. Besos.
Preciosas fotos. La sonrisa de los birmanos es mítica, todo el mundo que visita el país habla de ella; estoy deseando ir. Un saludo 🙂